Yami no hikari

Entre 1831 y 1833 el artista japonés Katsushika Hokusai creó la conocida serie “36 vistas del monte Fuji”, la montaña sagrada más venerada por los japoneses, un volcán inactivo desde 1708.

Casi dos siglos más tarde, Salvador Sàez utiliza un objeto de uso cotidiano gastado por el paso del tiempo, el cuenco de porcelana con el que desayuna a diario, como vehículo para capturar una colección de 36 (+1) imágenes que nos acercan a la belleza del “Uabi-sabi”, o cómo percibir lo extraordinario en algo que de otra forma podría considerarse banal. Las continuas transformaciones que se producen en la luz que refleja el interior de su cuenco, como si del magma de dicho volcán se tratase, generan imágenes únicas e irrepetibles pues, como ocurre en la naturaleza, las posibilidades son infinitas y lo que sucede en un determinado instante no lo podremos volver a ver de la misma manera, hecho que nos evoca el “Mono no aware” o elogio de lo efímero.